jueves, 28 de febrero de 2019

Fragmento de ‘Mi puzle sin piezas’ (del capítulo uno).

Abrí los ojos y tenía el cielo sobre mí. Permanecí completamente quieta, sin ni siquiera pensar en la posibilidad de levantarme. Puede que mi cuerpo no atendiese a estímulos en aquel instante, o que mi cerebro no fuera capaz de enviar órdenes. Mis ojos volvieron a cerrarse y a abrirse dos o tres veces más; intentaba mantenerlos abiertos, pero sentía los párpados pesados.
Aún sin levantarme, escuché ruidos no muy alejados, pero no distinguía los sonidos. Todo me resultaba confuso.
Como si recuperase la movilidad repentinamente, me incorporé y observé a mi alrededor. Me encontraba en un callejón, entre dos grandes contenedores de basura. No reconocía el lugar, pero no me preocupé mucho de ello al sentir fuertes dolores en la cabeza, el cuello, el vientre, las piernas y uno de los brazos. Fue entonces cuando me miré y me percaté de cómo estaba mi ropa.
No comprendía qué ocurría. Y una extraña sensación de miedo me invadía.
Me levanté como pude e inicié mis pasos. Un gato echó a correr al sentirme cerca; me sobresalté y lo miré como si fuera la primera vez que veía un animal como aquel. Y, en realidad, creí que era la primera.
Mis pasos eran lentos, casi arrastraba los pies. Me guiaba por los ruidos, que llegaban cada vez con más fuerza a mis oídos. Estaba acercándome, aunque no supiera a dónde.