miércoles, 31 de agosto de 2016

Es tarde ya...

-A veces, no puedo dormir pensando en ella... -confesó con su mirada perdida en el café.
-¿Se lo has dicho?
-No, pero pienso en ella constantemente, quizá la mayor parte de mi tiempo despierto... Y, en ocasiones, cuando el cansancio me ayuda y vencemos al insomnio, sueño con ella. Tan hermosa, tan maravillosa... Escucho su voz, le doy la mano y, aunque sean sueños, siento de verdad su piel, y su voz me transmite toda la calma posible...
-Es... es muy bonito lo que dices... Todo parece tan... perfecto.
-Así lo siento realmente.
-Sigo sin comprender por qué no se lo dices. Le gustaría.
-Es tarde ya.
-Oh, no, amigo, ¡nunca es tarde!
-¿Aunque ya no tenga vida?

Antonia Alemán, 2016

lunes, 25 de julio de 2016

Soñar o recordar...

Yo dormitaba. La sentí levantarse y entreabrí los ojos repetidas veces con gran esfuerzo. La vi buscar su ropa, que había quedado repartida por la habitación, y vestirse antes de acercarse de nuevo a mí. Me besó con suavidad los labios y me susurró: "te amo". Un instante después, la vi alejarse y desaparecer tras la puerta. No he vuelto a saber de ella. Ahora el recuerdo es tan lejano que no logro decidir si es un recuerdo real o fue tan sólo un sueño.


Antonia Alemán, 2016

martes, 31 de mayo de 2016

El pequeño Quique

Era una noche de luna llena, una luna cuya luz se filtraba por la ventana de la habitación. De no ser por ello, la casa estaría inmersa en la oscuridad cuando el pequeño Quique despertó aquella madrugada con unas enormes ganas de ir al baño. Todos estaban dormidos, pensó el niño, pero podía despertarlos con un grito. Sin embargo, no gritaría, con cinco años se sabía lo suficientemente mayor para ir solito al baño.
Sus pequeños pies descalzos no hicieron ningún ruido al pisar el suelo. Caminó hasta la puerta de su habitación, cruzó el pasillo a prisas y llegó al cuarto de baño. Tras orinar, se limpió como mamá le había enseñado, tal como le repetía todos los días. Volvió sobre sus pasos, se detuvo en la puerta del baño y observó la oscuridad del pasillo, allí no había ventanas que permitieran el paso al brillo de la luna. El silencio lo asustaba ante aquella oscuridad, no se escuchaban los ronquidos de papá, ni tampoco los sonidos que tanto escuchaba durante el día, procedentes del móvil de su hermana. Retomó su camino con miedo, y sólo tras ver una extraña sombra apuró sus pasos hasta llegar a la habitación. Subió a la cama tan rápido como le fue posible y gateó hasta su almohada. Con su manta de ositos estampados, se tapó hasta la cabeza, y acurrucado abrazó a su gran amigo, su peluche. Ahora se sentía a salvo y también orgulloso, había ido solito al baño y ya podía volver a dormirse tranquilo.
A corta edad empezaba Quique a afrontar su miedo a la oscuridad. En algunos años más, aprendería que ocultar la cabeza bajo las mantas no solucionaría ningún problema.




Antonia Alemán (21 de agosto de 2015)

Por casualidad, en el Louvre...

 En Francia, visitó el museo Louvre
y recordó un mensaje que su ex le había mandado tiempo atrás:
"tal vez un día nos veremos, por casualidad, en el Louvre...".
Miró a todos lados como si la buscase y, de pronto, se sintió tonta,
¿de verdad tenía la esperanza de encontrársela allí?
¡Era absurdo!



- Antonia Alemán (breve relato ficticio, 2013)